Desde el momento en que me subí a la
camilla dispuesta a recibir el masaje para mujeres, supe que aquello iba a ser
un viaje. Un viaje a mi interior, a mi sexualidad, a mi sexo, a mi ser mujer, a
mis emociones y pensamientos y al encuentro con el otro, con el hombre.
Y así fue, pasó lo que pasa en todos los
viajes: perdí la noción del tiempo, todo me parecía nuevo, topé con el miedo,
los nervios, la dificultad, el famoso pensamiento de “qué hago yo aquí” y
finalmente con la entrega al placer y el no querer que se termine el viaje y el
agradecimiento por todo lo visto, sentido y compartido.
Voy a intentar desmenuzar lo que fui viviendo
por varios motivos. El principal: es algo que quiero hacer para mí, siento que
necesito escribirlo, que me va a ayudar a hacer un puzzle importante: mi
sexualidad. Y el secundario, por generosidad, porque me gustaría que todas las
mujeres del mundo pudieran experimentar un viaje parecido a éste cogidas de la
mano por un profesional como Alejandro. No tengo hijas pero intuyo que en breve
vendrán o eso espero y me hacía la reflexión sobre si les recomendaría un
masaje como este. Mi respuesta es rotundamente afirmativa.
Me gustaría decir antes de comenzar a
contarles, que efectivamente mi viaje fue mío, es muy posible que no se parezca
al del resto de mujeres o sí, o en algunas cosas sí y en otras no. Porque
básicamente creo cada una tenemos nuestros aspectos a mirar, a trabajar,
nuestras historias de vida son distintas, nuestra experiencia con la sexualidad
es diferente y un largo etcétera, así que lo que descubriremos será muy
personal e intransferible. Aunque también sé que lo que tenemos en común y nos
une a todas y cada una de las mujeres tiene mucha más fuerza que lo que nos
diferencia y por eso es importante compartir lo de una, por si le sirve a otras.
Me avergüenza comenzar diciendo que soy
psicóloga de profesión y tengo 37 años. Y me avergüenza porque pareciera que
tengo que tener determinado avance personal pero me doy cuenta que no, que mi
edad y mi profesión tan solo me sirven para atreverme a dar un paso como éste y
experimentar un masaje sexual. Así que con lo primerito que topé fue con mi
orgullo, mi orgullo de “yo no debería necesitar un tipo de masaje así” Pues sí,
lo necesitaba y me agradezco haber podido atravesar esta primera barrera porque
además me quedaban unas cuantas más por atravesar.
Intentaré moverme con comodidad entre lo
profesional-teórico y la experiencia personal vivida, entendiendo las grandes
limitaciones que tengo en ambos terrenos pero así me ayudará a estar en una
actitud más humilde. ¡Allá voy!
Lo primero con lo que me encontré fue con
la sensación continuada de estar yendo a mi propio ritual de paso de niña a
mujer. Ir de la mano con un hombre a realizar esta bonita transformación. En
nuestra cultura este rito no existe, bueno, en realidad casi ningún rito. Una
auténtica pena a mi parecer.
Durante el masaje sentí ganas de llamar a
mi madre, incluso en un momento hice la broma para relajar mi nerviosismo y lo
dije en alto “mami, mami”. Me gustaría que las madres acompañaran a una
transición así. Por pedir que no quede. El caso es que me alegré que, aunque de
adolescente no lo hicieran conmigo, poder hacerlo ahora yo de mayor, eligiendo
la persona y la forma, con un profesional de la sanación, de la mujer, de la
sexualidad y sobre todo, con un gran corazón.
Vergüenza, pudor, nervios, incluso un
poquitín de miedo…en fin, todas esas cosas que se experimentan ante lo nuevo,
lo desconocido, fueron los primeros sentimientos con los que topé de primeras.
Inevitables por otro lado pero qué bien, porque podía verlo y acompañarme,
estar conmigo. Sobre todo viví con mucha claridad cómo iba atravesando mi
propio pudor, pudor de estar completamente desnuda, de mostrarme toda yo, de
sentir su masaje en mi cuerpo.
Y ya está porque la relajación, la
comodidad, el sentirte a gusto, acompañada y tranquila le competen a Alejandro.
Así que, atravesada esta segunda barrera de timidez, topé con el dejarme hacer,
dejarme sentir, dejarme tocar, dejarme mirar y de momento a poco más podía
llegar.
Una confesión: qué excitante es en sí
misma la situación mujeres. Muy excitante. Aunque también confieso que la
excitación venía y se iba. Iba a ser toda una conquista personal por mi parte
dejarme entrar en esa parte del viaje.
Ya introducida completamente en el masaje
he de decir que es de una auténtica exquisitez. El movimiento de sus manos, de
sus antebrazos, la delicadeza, la fuerza, las diferentes partes del cuerpo que
va masajeando, la manera tan paulatina de acercarse a mi sexo, el ir y venir
sin prisa y sin pausa, el olor del aceite en mi cuerpo, el aumento de la
intensidad de mi respiración, el gusto de estar allí, la confianza que iba
apareciendo de dejarme hacer, de dejarme tocar, de dejarme sentir. Arriba, abajo,
boca abajo, boca arriba, espalda, piernas… ¡qué gusto mujeres! Si el viaje solo
durara hasta aquí, incluso merecería la pena. Pero hay más, mucho más.
De nuevo pudor por escuchar mi
respiración, mis gemidos, por empezar a sentir ganas de abrir un poco más mis
piernas. Mucho gusto, mucho gusto. Y pasamos del masaje indirecto de mi sexo al
masaje directo de mi sexo. Me costó dejarme estar en la excitación pero me
gustó permitirme también esta opción de no estar excitada pero sí disfrutona
porque creo paradójicamente, que esto justo fue lo que me permitió entrar en el
gran campo de la erotización, el dejarme estar también con lo que no había.
Estaba tanto en mí que podía darme cuenta de cada sensación corporal que sentía
y esto me ha proporcionado mucha información sobre mí. Sentía gusto por estar
sintiendo lo que sentía, aumentaban mis gemidos, mis movimientos de cuerpo,
aumentaba el ritmo con el que Alejandro me estimulaba y lo que me aparecía con
mucha claridad era algo así como “así está bien, no sé si voy a seguir subiendo
pero esto me está gustando, quédate ahí y así, sigue” y pum, subía una especie
de nivel y empezaba a sentir más placer y volvía a aparecerme de nuevo “así
está bien, no sé si voy a seguir subiendo pero esto me está gustando, quédate ahí
y así, sigue” y pum, otro especie de escaloncito de nuevo y otra vez ese
pensamiento.
Entiendo que a eso se le podría nombrar
como satisfacción, plenitud y que justo esto es lo que nos hace ir ascendiendo
en el placer, la excitación y alcanzar el orgasmo. Pude comprobar por mí misma
aquello de la importancia de disfrutar el momento, el presente, no esperar nada
del segundo siguiente y mucho menos estar pendiente del final, del orgasmo y
que justo esto es lo que nos abre las puertas del cielo. Gozar del camino. No
exigirme nada y mucho menos estar en un sitio o momento distinto al que estoy.
Sentía un “no sé dónde voy pero así ya está bien” Muy recomendable mujeres.
Vuelvo a excitarme al recordarlo.
Qué importante es para mí no exigirme y
dejarme estar en lo que hay aunque no corresponda con lo que creo tiene que
haber. Esto sí que es un verdadero viaje.
Cuando mi excitación empezó a subir y
subir y empecé a gemir más, a erotizarme entera fue cuando utilizó conmigo una
frotación del clítoris de una manera que nunca había experimentado y que luego
le pregunté cómo lo había hecho porque la sentía muy acertada para mí.
En algún momento se me pasó por la cabeza
que los vecinos iban a oírme y me sonreí pensando que eso era una favor para
ellos, un acto de generosidad por mi parte y me dejé llevar y claro…me excitó
muchísimo pensar que me oían. Antes de empezar la sesión pensé que a lo mejor
me cortaba el chillar por ellos, pero no, estaba equivocada, al revés.
Y claro, finalmente alcancé el orgasmo y
las puertas de ese tan nombrado cielo se abrieron y allí me encontré con la
señora Facilidad: facilidad de ser, facilidad de estar, facilidad de compartir.
Allí viví lo fácil que es en realidad todo, lo fácil que es poder acceder a una
masaje sexual, lo fácil que es encontrarse con alguien, lo fácil que es estar
bien y disfrutar y claro… qué fácil es lo fácil pero qué difícil es llegar a lo
fácil, lo difícil que es adentrarse en un mundo fácil. La dificultad de
atravesar prejuicios, desconfianzas, miedos…Y esto me apenó, por mí y por la
humanidad entera que andamos más bien siempre en la dificultad. En términos
psicológicos lo describiría como el primer tramo que hay que atravesar (la
dificultad) es el Ego o carácter o coraza y lo fácil sería nuestra parte más
esencial, nuestro ser, nuestro yo, que no se complica el vivir. Pero es cierto
que intentamos llegar a esto último por algún atajo sin querer pasar por la
primera parte y es imposible. Bueno, a los que están muy trabajados a nivel
personal supongo que o les costará menos o no les costará. En ello estoy y
seguiré.
Y empecé a reírme y reírme por esa
facilidad de todo. Es de auténtica risa lo sencillo que es todo mujeres. Y es
de auténtica tristeza lo complicado que lo hacemos, aunque según lo escribo me
doy cuenta de lo trillado que está este concepto. Y estuve un buen rato con una
frase que repetía una y otra vez “qué bien, qué bien, qué bien” lo sentía en
todo mi cuerpo. Alejandro me indicaba que quizás este era mi mantra, que lo
utilizara y lo hago siempre que me acuerdo. Infalible. Me funciona mucho.
Todo esto me indica la importancia de los
momentos de después del orgasmo. Lo importante que es darle un espacio, vivir
lo que se siente, ponerle conciencia a los momentos que le siguen al orgasmo. Me
parecen de una lucidez amplia.
En algún momento antes de todo esto,
recuerdo haber topado también con el señor Daño, el daño causado por los
hombres en mi vida y lloré y lloré y lloré, lo lloré. Y sentí el consuelo de
Alejandro, su presencia, su compasión y su ánimo para seguir adelante y no
quedarme enganchada en este lugar. Oía, aunque no lo dijo, un “vale, vale, pero
ya está. Te hemos hecho mucho daño pero sigamos adelante” Fue muy importante su
intervención en este momento del masaje, tanto su acompañamiento como su
empujoncillo para seguir adelante.
También topé en algún momento del viaje
con doña Agradecimiento. Qué gran mujer esta, qué gusto me produce sentir
agradecimiento. Lo sentí hacia Alejandro. Me pareció muy generoso ayudando y
compartiendo sus conocimientos con las mujeres. Creo que hay que ser muy
valiente para adentrarse en el camino de la sanación sexual, donde siempre hay
delgadas líneas entre casi todo. Así que aprovecho la coyuntura para volver a
agradecerte tu guía Alejandro. Porque también me di cuenta de que, al fin y al
cabo este masaje no deja de ser un encuentro entre dos personas, entre un
hombre y una mujer y en estos intercambios las cosas que se producen son
muchas. También pude sentir mi propia generosidad por mostrarme tal cual soy,
mi desnudez, con lo que hay, lo que no hay, etc.
Al finalizar Alejandro me obsequió con la
imagen que había tenido de su intervención. Me dijo que había visto una puerta
grande, enorme, con una cerradura pequeña y que parecía que pesaban mucho las
puertas y que no iba a poder abrirlas. Así que decidió llamar y esperar a que
abrieran. Como eran puertas grandes imaginó que la casa sería grande y
tardarían en abrir así que decidió quedarse fuera esperando sentado la
apertura. Y las puertas se abrieron. Qué bonito. Qué bonita descripción de mí,
de mi sexualidad, de mi ser mujer, de mi con el hombre, de mí incluso con la
vida y con lo que hay esperándome.
Lo más importante de este tramo del viaje
fue la integración que sentí que se produjo entre mi corazón y mi sexo, entre
mi parte afectiva y sexual. Y esto me resulta muy complicado explicar cómo se
dio y por qué sé que se produjo, así que me reservo este cachito de intimidad
para mí. Lo estoy saboreando ahora mismo.
R.G.
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