miércoles, 7 de mayo de 2014

Un viaje a través del masaje para mujeres

Desde el momento en que me subí a la camilla dispuesta a recibir el masaje para mujeres, supe que aquello iba a ser un viaje. Un viaje a mi interior, a mi sexualidad, a mi sexo, a mi ser mujer, a mis emociones y pensamientos y al encuentro con el otro, con el hombre.

Y así fue, pasó lo que pasa en todos los viajes: perdí la noción del tiempo, todo me parecía nuevo, topé con el miedo, los nervios, la dificultad, el famoso pensamiento de “qué hago yo aquí” y finalmente con la entrega al placer y el no querer que se termine el viaje y el agradecimiento por todo lo visto, sentido y compartido.

Voy a intentar desmenuzar lo que fui viviendo por varios motivos. El principal: es algo que quiero hacer para mí, siento que necesito escribirlo, que me va a ayudar a hacer un puzzle importante: mi sexualidad. Y el secundario, por generosidad, porque me gustaría que todas las mujeres del mundo pudieran experimentar un viaje parecido a éste cogidas de la mano por un profesional como Alejandro. No tengo hijas pero intuyo que en breve vendrán o eso espero y me hacía la reflexión sobre si les recomendaría un masaje como este. Mi respuesta es rotundamente afirmativa.

Me gustaría decir antes de comenzar a contarles, que efectivamente mi viaje fue mío, es muy posible que no se parezca al del resto de mujeres o sí, o en algunas cosas sí y en otras no. Porque básicamente creo cada una tenemos nuestros aspectos a mirar, a trabajar, nuestras historias de vida son distintas, nuestra experiencia con la sexualidad es diferente y un largo etcétera, así que lo que descubriremos será muy personal e intransferible. Aunque también sé que lo que tenemos en común y nos une a todas y cada una de las mujeres tiene mucha más fuerza que lo que nos diferencia y por eso es importante compartir lo de una, por si le sirve a otras.

Me avergüenza comenzar diciendo que soy psicóloga de profesión y tengo 37 años. Y me avergüenza porque pareciera que tengo que tener determinado avance personal pero me doy cuenta que no, que mi edad y mi profesión tan solo me sirven para atreverme a dar un paso como éste y experimentar un masaje sexual. Así que con lo primerito que topé fue con mi orgullo, mi orgullo de “yo no debería necesitar un tipo de masaje así” Pues sí, lo necesitaba y me agradezco haber podido atravesar esta primera barrera porque además me quedaban unas cuantas más por atravesar.

Intentaré moverme con comodidad entre lo profesional-teórico y la experiencia personal vivida, entendiendo las grandes limitaciones que tengo en ambos terrenos pero así me ayudará a estar en una actitud más humilde. ¡Allá voy!

Lo primero con lo que me encontré fue con la sensación continuada de estar yendo a mi propio ritual de paso de niña a mujer. Ir de la mano con un hombre a realizar esta bonita transformación. En nuestra cultura este rito no existe, bueno, en realidad casi ningún rito. Una auténtica pena a mi parecer.

Durante el masaje sentí ganas de llamar a mi madre, incluso en un momento hice la broma para relajar mi nerviosismo y lo dije en alto “mami, mami”. Me gustaría que las madres acompañaran a una transición así. Por pedir que no quede. El caso es que me alegré que, aunque de adolescente no lo hicieran conmigo, poder hacerlo ahora yo de mayor, eligiendo la persona y la forma, con un profesional de la sanación, de la mujer, de la sexualidad y sobre todo, con un gran corazón.

Vergüenza, pudor, nervios, incluso un poquitín de miedo…en fin, todas esas cosas que se experimentan ante lo nuevo, lo desconocido, fueron los primeros sentimientos con los que topé de primeras. Inevitables por otro lado pero qué bien, porque podía verlo y acompañarme, estar conmigo. Sobre todo viví con mucha claridad cómo iba atravesando mi propio pudor, pudor de estar completamente desnuda, de mostrarme toda yo, de sentir su masaje en mi cuerpo.

Y ya está porque la relajación, la comodidad, el sentirte a gusto, acompañada y tranquila le competen a Alejandro. Así que, atravesada esta segunda barrera de timidez, topé con el dejarme hacer, dejarme sentir, dejarme tocar, dejarme mirar y de momento a poco más podía llegar.

Una confesión: qué excitante es en sí misma la situación mujeres. Muy excitante. Aunque también confieso que la excitación venía y se iba. Iba a ser toda una conquista personal por mi parte dejarme entrar en esa parte del viaje.

Ya introducida completamente en el masaje he de decir que es de una auténtica exquisitez. El movimiento de sus manos, de sus antebrazos, la delicadeza, la fuerza, las diferentes partes del cuerpo que va masajeando, la manera tan paulatina de acercarse a mi sexo, el ir y venir sin prisa y sin pausa, el olor del aceite en mi cuerpo, el aumento de la intensidad de mi respiración, el gusto de estar allí, la confianza que iba apareciendo de dejarme hacer, de dejarme tocar, de dejarme sentir. Arriba, abajo, boca abajo, boca arriba, espalda, piernas… ¡qué gusto mujeres! Si el viaje solo durara hasta aquí, incluso merecería la pena. Pero hay más, mucho más.

De nuevo pudor por escuchar mi respiración, mis gemidos, por empezar a sentir ganas de abrir un poco más mis piernas. Mucho gusto, mucho gusto. Y pasamos del masaje indirecto de mi sexo al masaje directo de mi sexo. Me costó dejarme estar en la excitación pero me gustó permitirme también esta opción de no estar excitada pero sí disfrutona porque creo paradójicamente, que esto justo fue lo que me permitió entrar en el gran campo de la erotización, el dejarme estar también con lo que no había. Estaba tanto en mí que podía darme cuenta de cada sensación corporal que sentía y esto me ha proporcionado mucha información sobre mí. Sentía gusto por estar sintiendo lo que sentía, aumentaban mis gemidos, mis movimientos de cuerpo, aumentaba el ritmo con el que Alejandro me estimulaba y lo que me aparecía con mucha claridad era algo así como “así está bien, no sé si voy a seguir subiendo pero esto me está gustando, quédate ahí y así, sigue” y pum, subía una especie de nivel y empezaba a sentir más placer y volvía a aparecerme de nuevo “así está bien, no sé si voy a seguir subiendo pero esto me está gustando, quédate ahí y así, sigue” y pum, otro especie de escaloncito de nuevo y otra vez ese pensamiento.

Entiendo que a eso se le podría nombrar como satisfacción, plenitud y que justo esto es lo que nos hace ir ascendiendo en el placer, la excitación y alcanzar el orgasmo. Pude comprobar por mí misma aquello de la importancia de disfrutar el momento, el presente, no esperar nada del segundo siguiente y mucho menos estar pendiente del final, del orgasmo y que justo esto es lo que nos abre las puertas del cielo. Gozar del camino. No exigirme nada y mucho menos estar en un sitio o momento distinto al que estoy. Sentía un “no sé dónde voy pero así ya está bien” Muy recomendable mujeres. Vuelvo a excitarme al recordarlo.

Qué importante es para mí no exigirme y dejarme estar en lo que hay aunque no corresponda con lo que creo tiene que haber. Esto sí que es un verdadero viaje.

Cuando mi excitación empezó a subir y subir y empecé a gemir más, a erotizarme entera fue cuando utilizó conmigo una frotación del clítoris de una manera que nunca había experimentado y que luego le pregunté cómo lo había hecho porque la sentía muy acertada para mí.

En algún momento se me pasó por la cabeza que los vecinos iban a oírme y me sonreí pensando que eso era una favor para ellos, un acto de generosidad por mi parte y me dejé llevar y claro…me excitó muchísimo pensar que me oían. Antes de empezar la sesión pensé que a lo mejor me cortaba el chillar por ellos, pero no, estaba equivocada, al revés.

Y claro, finalmente alcancé el orgasmo y las puertas de ese tan nombrado cielo se abrieron y allí me encontré con la señora Facilidad: facilidad de ser, facilidad de estar, facilidad de compartir. Allí viví lo fácil que es en realidad todo, lo fácil que es poder acceder a una masaje sexual, lo fácil que es encontrarse con alguien, lo fácil que es estar bien y disfrutar y claro… qué fácil es lo fácil pero qué difícil es llegar a lo fácil, lo difícil que es adentrarse en un mundo fácil. La dificultad de atravesar prejuicios, desconfianzas, miedos…Y esto me apenó, por mí y por la humanidad entera que andamos más bien siempre en la dificultad. En términos psicológicos lo describiría como el primer tramo que hay que atravesar (la dificultad) es el Ego o carácter o coraza y lo fácil sería nuestra parte más esencial, nuestro ser, nuestro yo, que no se complica el vivir. Pero es cierto que intentamos llegar a esto último por algún atajo sin querer pasar por la primera parte y es imposible. Bueno, a los que están muy trabajados a nivel personal supongo que o les costará menos o no les costará. En ello estoy y seguiré.

Y empecé a reírme y reírme por esa facilidad de todo. Es de auténtica risa lo sencillo que es todo mujeres. Y es de auténtica tristeza lo complicado que lo hacemos, aunque según lo escribo me doy cuenta de lo trillado que está este concepto. Y estuve un buen rato con una frase que repetía una y otra vez “qué bien, qué bien, qué bien” lo sentía en todo mi cuerpo. Alejandro me indicaba que quizás este era mi mantra, que lo utilizara y lo hago siempre que me acuerdo. Infalible. Me funciona mucho.

Todo esto me indica la importancia de los momentos de después del orgasmo. Lo importante que es darle un espacio, vivir lo que se siente, ponerle conciencia a los momentos que le siguen al orgasmo. Me parecen de una lucidez amplia.

En algún momento antes de todo esto, recuerdo haber topado también con el señor Daño, el daño causado por los hombres en mi vida y lloré y lloré y lloré, lo lloré. Y sentí el consuelo de Alejandro, su presencia, su compasión y su ánimo para seguir adelante y no quedarme enganchada en este lugar. Oía, aunque no lo dijo, un “vale, vale, pero ya está. Te hemos hecho mucho daño pero sigamos adelante” Fue muy importante su intervención en este momento del masaje, tanto su acompañamiento como su empujoncillo para seguir adelante.

También topé en algún momento del viaje con doña Agradecimiento. Qué gran mujer esta, qué gusto me produce sentir agradecimiento. Lo sentí hacia Alejandro. Me pareció muy generoso ayudando y compartiendo sus conocimientos con las mujeres. Creo que hay que ser muy valiente para adentrarse en el camino de la sanación sexual, donde siempre hay delgadas líneas entre casi todo. Así que aprovecho la coyuntura para volver a agradecerte tu guía Alejandro. Porque también me di cuenta de que, al fin y al cabo este masaje no deja de ser un encuentro entre dos personas, entre un hombre y una mujer y en estos intercambios las cosas que se producen son muchas. También pude sentir mi propia generosidad por mostrarme tal cual soy, mi desnudez, con lo que hay, lo que no hay, etc.

Al finalizar Alejandro me obsequió con la imagen que había tenido de su intervención. Me dijo que había visto una puerta grande, enorme, con una cerradura pequeña y que parecía que pesaban mucho las puertas y que no iba a poder abrirlas. Así que decidió llamar y esperar a que abrieran. Como eran puertas grandes imaginó que la casa sería grande y tardarían en abrir así que decidió quedarse fuera esperando sentado la apertura. Y las puertas se abrieron. Qué bonito. Qué bonita descripción de mí, de mi sexualidad, de mi ser mujer, de mi con el hombre, de mí incluso con la vida y con lo que hay esperándome.


Lo más importante de este tramo del viaje fue la integración que sentí que se produjo entre mi corazón y mi sexo, entre mi parte afectiva y sexual. Y esto me resulta muy complicado explicar cómo se dio y por qué sé que se produjo, así que me reservo este cachito de intimidad para mí. Lo estoy saboreando ahora mismo.

R.G.

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