“Todos tenemos un Sistema de
Valores Sexuales, constituido por nuestras experiencias tempranas, nuestra
historia familiar, nuestros grupos de pertenencia, nuestros valores estéticos, nuestros
acatamientos y rebeldías a los mandatos familiares, sociales, a prejuicios, a
mitos, a creencias. Mitos que se constituyen en verdades incuestionables para
determinados grupos en ciertos momentos históricos. Por ejemplo, que la mujer
no puede quedar embarazada durante la menstruación es un mito, y como tal sin
asidero científico alguno.
Un prejuicio es una creencia
que no encuentra su sustento en la observación de los hechos, y que se
fundamenta en la opinión pública que repite esa creencia como con valor de
verdad incuestionable. Por ejemplo, un prejuicio es que los hombres negros
tienen mayor potencia sexual que los blancos.
Son algunos de estos mitos, creencias o prejuicios los que sustentan la
versión de que las mujeres necesitan menos actividad sexual que los hombres. La
otra cara de este prejuicio es el que dice que el hombre "siempre
quiere". O que no puede decir “no” si una mujer se le insinúa... que
siempre tiene que querer y poder, y si no es así, está en duda su virilidad.
Son estos mismos prejuicios los que dicen que los hombres "saben
todo lo que hay que saber", son los encargados de "enseñar" a su
pareja, y nada nuevo pueden experimentar ni aprender en relación con la
sexualidad.
Todo esto no sólo deja en un lugar desfavorable a la mujer para poder
explorar nuevas posibilidades, sino que se traduce en una sobre-exigencia hacia
el hombre que encuentra su correlato en otros aspectos de la vida personal y
social.
Nunca sabemos todo, ni lo que hacemos es lo único
posible... siempre se puede cambiar para sentirnos mejor, más armónicos,
deseados y deseables.
Conocer, explorar, descubrir nuestras posibilidades
(sexuales y otras) nos ayuda a integrarnos en una vida más armónica con
nosotros y con el medio en el que vivimos.
Varones y mujeres necesitamos querer y ser queridos,
ser cuidados, respetados, acariciados, mimados, compartir deseos, emociones,
comunicarnos con otros, poder elegir, ser aceptados en nuestras preferencias, y
experimentar otras nuevas...
Otro
prejuicio extendido y bastante actual, es el que dice que la homosexualidad o el lesbianismo son "una
elección", como quien elige qué ropa se pone. Los prejuicios, mitos
o creencias no son "inocentes", siempre responden a algún interés que
quiere imponerse ... Si la homosexualidad fuera una elección como algunos la
quieren hacer aparecer, entonces queda abierta la posibilidad de que alguien
pudiera arrogarse el derecho de influir sobre la vida del homosexual o la
lesbiana... quien elije, podría cambiar su elección... esa es la lógica.
El
modo más sencillo de desmentir esto, es pensar en qué momento el heterosexual
eligió serlo, y veremos que la tendencia afectiva y la orientación hacia
determinado objeto de amor e interés sexual, no es consciente, tal como es
cualquier elección.
Comprender que los seres humanos somos todos
diferentes, que podemos tener mayor o menor afinidad con unos que con otros, que
no estamos obligados a experimentar de todo, pero que eso no impide aceptarlo
como opción de otros, es ciertamente lo más difícil
que tiene la vida en sociedad. Pero también lo mejor que tiene. Lo que nos
permite aprender y crecer con los otros. La sexualidad, como actividad erótica diferenciada de la exclusividad
reproductiva, nos introduce en el erotismo como una experiencia ligada a la
vida y la pasión, con el objetivo de paliar la angustia de la soledad,
alcanzando diversos grados de fusión con otro u otros, pero sin dejar de ser
nosotros mismos. Y acompañando al otro a ser cada vez más
él.”
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